QUE EL ÁNGEL DE LA JIRIBILLA LOS ACOMPAÑE.

sábado, 17 de mayo de 2014

ROMPO MIS LANZAS POR PADURA

Cada cierto tiempo me hago la misma pregunta –ya parece paranoia, porque nadie la responde- ¿por qué no sabemos cuidar en Cuba a los escritores vivos, que están haciendo inmejorable literatura y que son apreciados por el pueblo y la crítica? Mientras Lezama vivió, fue blanco de ataques de todo tipo, al punto de hacerle la vida un infierno. Otros, azotados por el llamado quinquenio gris, corrieron igual suerte y sólo pudieron levantar cabeza ante actos de contrición, reales y metafóricos, que expresaron su adhesión a causas, ideologías, posturas. Maiakovski se suicidó ante las agresiones desmedidas, absurdas y puntuales de una burocracia que desconoció el papel del poeta entre las masas y el poder de la palabra. Acusado de inentendible por el pueblo –acusación que también tuvo que soportar Lezama- no pudo aguantar más la fuerza poderosa de los dictadores de la cultura para los que el arte debe ser trinchera de la política. Y un solo atisbo de crítica convierte al artista en aliado del enemigo. ¿Acaso la crítica y el señalamiento de los errores no es la mejor forma de superarse?

Pero en el Arte –como en la vida- hay gente honesta y arribistas marcados por una envidia visceral. Los segundos encuadran perfectamente en lo que dijo Lenin: “Rasca la piel de un extremista y debajo encontrarás a un oportunista”. Oportunistas que, signados por la mediocridad de su propia obra, sólo pueden unirse a las embestidas desmedidas de otros oportunistas –no sólo literarios- lo que crea una larga secuencia de absurdos e injusticias.


No conozco a Atilio Borón pero sí sé que es un burgués acomodado que defiende a la izquierda en todas sus acepciones. Respeto, apoyo y admiro a todo aquel que, en cualquier parte del Universo, cree en causas justas, las apoya y refrenda con su vida y actitud. Este tipo de personas merecen mi total aplauso porque viven como piensan y actúan acorde a su actitud pero me revientan –literalmente- hasta volverme un Hulk fuera de control ciertos personajes que, desde su vida acomodada, se atreven a criticar a la gente que todos los días batallan por la supervivencia. Y me molestan más si ni siquiera viven lo cotidiano que atacan. Para colmos, en su vida han incursionado en la ficción narrativa y sus argumentos en contra de un escritor se basan en obsoletos preceptos caídos en desuso. Si no escribe novelas, no vive en el país que se refleja en esa literatura, no convive con los ciudadanos de a pie, no se tiene ni peregrina idea de elementos narratológicos y temáticos de la literatura actual, ¿cómo se puede atrever alguien a esgrimir ideas políticas como pretexto para atacar a un escritor? Y ese es el Sr. Borón, graduado en una universidad del imperialismo cruel, politólogo y sociólogo, autor de varios libros de ciencia social y filosofía pero ajeno a la crítica literaria. Creo que el Sr. puede ser brillante en su campo de estudio, defender al socialismo en América Latina pero la literatura escapa a su ámbito de estudio y pretender que una novela acate los cánones de la sociología o la política es convertir a la ficción en un panfleto… y eso no es literatura. Regresar al Realismo Socialista –que pudo ser eficaz en su época- es ignorar el avance de los caminos temáticos y formales de la literatura actual. ¿Acaso no debe ser la literatura reflejo de la realidad y el contexto? ¿no fue lo que hicieron Stendhal, Zola, Balzac, Dostoyevski y otros tantos autores del realismo y el naturalismo? Zapatero, a tus zapatos porque la bilis envidiosa no tocará jamás a los buenos.


Todo esto es por el ataque insidioso, vulgar, absurdo a Leonardo Padura y su literatura. Por negarle el derecho a conceder entrevistas y censurarlo. Por pretender que no cuente la realidad de las calles de La Habana, su otra cara, su profundo olor humano. No hay país perfecto y también es tarea del escritor –como lo hicieron los grandes del XIX- hablar de eso. Lo contrario se llama censura. Y si la posición de Atilio es inadmisible porque ni siquiera vive en Cuba –y seguro que no conoce los barrios que Padura radiografía en sus obras- peor es la de los colegas cubanos que sí conocen esa realidad y por intereses y mediocridades repiten como cotorras amaestradas lo que el argentino vomita.
En la técnica, la literatura de Padura es muy novedosa -sobre todo en el género negro. En el aspecto temático, Padura refleja lo que vive y padece en una realidad que es su sangre diaria. Se le pueden reprochar, quizás, muchos aspectos desde una crítica literaria fundamentada; se le pueden señalar múltiples hechos al hombre pero Padura vive, sufre, piensa, siente, una Cuba que le destroza las entrañas. Atacarlo desde una comodidad burguesa sin utilizar ni un solo elemento literario es de cobardes; minimizarlo por envidias y mediocridades es de oportunistas; no admitir que es el mejor escritor cubano de estos tiempos es repetir el mismo error de antaño e intentar censurarlo es obra de extremismos fuera de época.

Los que me conocen saben que soy lezamiana, escritora policial y que intento ser justa en mis valoraciones literarias porque jamás confundo el me gusta intimista con los valores de una obra. Y tampoco junto al hombre con su literatura. Puedo o no compartir ciertas ideas con Padura pero lo admiro porque, a pesar de todo, escribe desde Cuba, con el pulso vital de una sociedad que no es perfecta. Por eso, rompo mis lanzas por Padura.