QUE EL ÁNGEL DE LA JIRIBILLA LOS ACOMPAÑE.

miércoles, 23 de julio de 2014

LA NIÑA DE GUATEMALA



Quiero, a la sombra de un ala,
contar este cuento en flor:
la niña de Guatemala,
la que se murió de amor.

Eran de lirios los ramos;
y las orlas de reseda
y de jazmín; la enterramos
en una caja de seda...

Ella dio al desmemoriado
una almohadilla de olor;
él volvió, volvió casado;
ella se murió de amor.

Iban cargándola en andas
obispos y embajadores;
detrás iba el pueblo en tandas,
todo cargado de flores...

Ella, por volverlo a ver,
salió a verlo al mirador;
él volvió con su mujer,
ella se murió de amor.

Como de bronce candente,
al beso de despedida,
era su frente -¡la frente
que más he amado en mi vida!...

Se entró de tarde en el río,
la sacó muerta el doctor;
dicen que murió de frío,
yo sé que murió de amor.

Allí, en la bóveda helada,
la pusieron en dos bancos:
besé su mano afilada,
besé sus zapatos blancos.

Callado, al oscurecer,
me llamó el enterrador;
nunca más he vuelto a ver
a la que murió de amor.

miércoles, 25 de junio de 2014

LA GUERRA QUE TODOS PERDIMOS

LA GUERRA QUE TODOS PERDIMOS.
ARTURO PÉREZ REVERTE

Eso es siempre lo peor, en cualquier guerra; pero todavía hoy, cada vez que veo las viejas imágenes en blanco y negro, o las fotos desvaídas de hace sesenta años, me remuevo incómodo en el asiento al verlos pasar ante mí, llorando de la mano de sus padres por la frontera camino del exilio, agazapados en un portal mirando hacia arriba mientras suena el estrépito de las bombas, haciendo colas con ojos grandes de hambre y miedo para conseguir un mendrugo de pan.

El cadáver en la cuneta, el soldado que tiembla de frío en el frente de Huesca, el inválido ayudado por los compañeros que es empujado por los gendarmes franceses mientras se le cae la manta raída de los escuálidos hombros... Estos otros personajes son adultos; saben, o al menos deben saber qué diablos está ocurriendo. Por eso me producen menos compasión que esas docenas de ojos de críos que miran sin comprender. Que todavía hoy, medio siglo y una década más tarde, congelados en las sales de plata de la película fotográfica donde ya nunca envejecerán ni morirán, siguen mirándonos con ojos espantados que son una acusación, una denuncia, un insulto, un recordatorio de nuestro oprobio, nuestra vergüenza y nuestra locura.

Esa guerra civil no la viví; pero he vivido otras y sé que siempre son la misma. Esa guerra civil no la presencié, pero me la contaron cuando niño, mientras aún estaban frescas las heridas, la huella de la metralla en los muros de los edificios; cuando todavía había hombres y mujeres en cárceles y en el exilio y cuando el general Franco aún firmaba sentencias de muerte.

De las veladas alrededor de la mesa de camilla de mi abuelo recuerdo historias de bombardeos, y de ejecuciones públicas para después, ante los cadáveres hacer desfilar a las tropas a fin de que tomases buena cuenta de ello. Historias de héroes y de gentuza, mezclados unos con otros; indiferenciados bajo el mono azul de miliciano, la boina de requeté o la camisa azul de Falange. Relatos escalofriantes de amigos, vecinos y parientes detenidos de madrugada, sacados de su casa en pijama mientras la mujer y los hijos imploraban en la escalera; juzgados en tribunales sumarísimos, torturados en chekas, fusilados ante un paredón bajo la bendición de un cura con el yugo y las flechas bordado en la sotana, o asesinados a la luz de los faros de un camión en cualquier carretera. Esas viejas carreteras españolas, las monótonas autovías también nos borraron esa memoria, donde muchos años después aún me estremecía al ver los pequeños monumentos conmemorativos de lugares donde hombres de toda condición e ideología fueron asesinados con las luces del alba. Un nombre, una fecha, a veces una cruz. A veces flores secas.

Cada uno de nosotros tiene una, veinte historias familiares. Estúpidos aquellos jóvenes que no acuden a sus mayores a que se las cuenten, antes de que estas historias se extingan con ellos y duerman en el silencio sin aportar nada a las generaciones que no lo vivieron, haciendo imposibles la lucidez y la experiencia. Mis mayores han muerto, o están muriendo poco a poco,; pero el niño curioso que fui logró arrancar un puñado de esas historias al olvido, y ahora lamento que no hubieran sido más. Lamento las horas perdidas sin preguntar a aquellos que ya no están conmigo.

Eran- son las historias de cada uno de nosotros: de nuestros padres y nuestras madres y nuestros abuelos. Así pude saber, así sé, del tío Lorenzo, que cruzó el Ebro con diecisiete años y el agua por la cintura, con dos cojones, un máuser en las manos y los dientes apretados, que recibió un balazo y volvió a casa de sargento republicano con dieciocho años, y que nunca cumplió los veinte. Así pude saber de cuando mi abuelo Arturo pasó cuatro horas bajo un bombardeo, pegado a la pared de un polvorín; o de cuando una noche unos milicianos quisieron llevárselo a dar un paseo porque había cenado a la luz de una vela y eso, decían, era señales para la aviación nacional. O de cuando sus antiguos compañeros de la Armada quisieron fusilarlo por haber permanecido fiel a la República.

Así supe de mi madre con doce años llevándole comida a la cárcel a Pencho, mi otro abuelo, y cómo siempre pedía a los carceleros darle la fiambrera en persona, para así verlo un instante entre las rejas de un portillo y contarle a mi abuela que seguía vivo. O de mi tio Antonio que todavía, con setenta tacos largos, llora cuando recuerda el día en que le llevó, teniendo trece años, en bicicleta, una tortilla de patatas hecha por su madre a su hermano, cuya brigada pasó un día a treinta kilómetros de Cartagena. O de mi abuela María Cristina paralizada en mitad de la calle en mitad de un bombardeo alemán. O de mi tio Peque, que aprovechaba los ataques aéreos para ir corriendo por las calles desiertas, llenas de cristales rotos, y ponerse el primero en la cola del pan antes de que la gente saliera de los refugios. O de mi padre, caminando en una de las filas de soldados a uno y otro lado de la carretera, la manta al hombre y el fusil a la esplada, camino del matadero, salvado de casualidad porque un comisario se detuvo junto a él y preguntó quién de aquella fila tenía estudios y sabía escribir a máquina. O del tío de mi madre fusilado porque un vecino era militar, y los del piquete, que eran analfabetos, se equivocaron de piso. O la cajita de lata que siempre conservó, hasta su fallecimiento, mi abuela Juana, con las cartas escritas desde el frente por su hijo muerto, la bala que le sacaron en su primera herida , y el trozo de madera que, a falta de anestesia, apretó entre los dientes mientras le arreglaban el agujero que le hicieron en Belchite.

Cuántos muertos, y cuánto horror, y cuántos sueños, y cuánto heroísmo, y cuánta sangre, y cuánta mierda acumulado en sólo tres años. Curas santificando balas y justificando ejecuciones o siento torturados como animales, hasta morir. Generales, comandantes, soldados; heroicos y abyectos, y a menudo ambas cosas a la vez. Épica y barbarie, la mejor infantería del mundo contra la mejor infantería del mundo; Caín en plena forma, lo más hermoso y lo más miserable de nuestra tierra y nuestra raza maldita. Chusma acuchillando a los desvalidos, miserables aprovechándose del río revuelto, cambiando de chaqueta, congraciándose con el poderoso. Hombres honrados poniéndose en pie para pelear. Ojos de miedo y desesperación, balazos y bayonetas, casa por casa en Teruel, en la Ciudad Universitaria, monte arriba en Somosierra, Arriba España entre los escombros del alcázar de Toledo, Viva la República en el valle del Jarama. Moros, legionarios, milicianos, héroes y cobardes, vivos y muertos.

El patio del Cuartel de la Montaña en esa foto terrible, el suelo lleno de cadáveres, España eternaque se repite a sí misma en el ritual de la muerte y la tragedia. Plaza de toros de Badajoz, barcos prisión, españoles fusilados por comisarios húngaros o franceses o por legionarios alemanes o fascistas italianos, por hijos de puta que ni siquiera sabían hablar castellano y vinieron aquí a mojar en la sangre y en la muerte que sólo era de nuestra incumbencia, sin que a ellos les hubiera dado nadie maldita vela en nuestro entierro. Mujeres rapadas al cero, hombres humillados ante sus familias y sus vecinos, pidiendo clemencia o escupiendo a la cara a sus verdugos. Y esa foto que tanto me impresiona, la del español bajito y moreno con camisa blanca, que acaba de rendirse y al que llevan a fusilar, y que levanta los brazos resignado, fatalista, con una colilla en la boca. Esa colilla, ya lo escribí una vez, que siempre tenemos en la boca los españoles cuando nos llevan al paredón.

Dios. Cómo amo y cómo detesto a este país nuestro, cada vez que miro esas fotos. Cómo me enternecen esos rostros que son el rostro de nuestra tragedia, de nuestra desgracia. Pobre gente y pobre España. Qué guerra tan atroz, y tan española, o tan atroz por española. Una guerra civil como Dios manda, guerra civil de la buena, la que enfrenta a hermano contra hermano, a hijo contra padre, a vecino contra vecino. En ninguna guerra como en ésa, la que tuvimos, las que tuvimos antes, y las que a unos cuantos desalmados e irresponsables no les importaría que volviéramos a tener, aflora toda la ruindad que albergan los rincones oscuros del corazón del hombre.

Los viejos rencores, la envidia, el odio vecinal tan propios de la condición humana y tan nuestros; tan españoles. Tú me quitaste la novia, tú desviaste el agua de la acequia, tú mataste un conejo en mis tierras, tú me negaste el pan, tú publicaste aquel libro, tú fuiste feliz y yo no. Delaciones, chivatazos, ajustes de cuentas, canallas que medran con el dolor, y el sufrimiento de los otros, desgraciados que se humillan para comer, o para sobrevivir. Cárceles, campos de batalla, cementerios, exiliados, Machado muriéndose enfermo de pena en el extranjero, Max Aub, Sénder, tantos pobres hombres, mujeres y niños anónimos, perdidos. Españoles detenidos en Rusia y enviados a Siberia, niños de la guerra que luego morirán peleando en Stalingrado, franceses miserables que humillan a los vecinos, a los fugitivos, en la frontera, y que después los entregarán atados de pies y manos a los carniceros nacis...

Cielo santo. Cómo nos dio por el saco todo Dios, todo el mundo, toda Europa, estrangulando a este pobre, entrañable, desgraciado y viejo país. A esta pobre, entrañable, desgraciada y vieja gente nuestra. No es cierto que nos ayudaran; déjenme de milongas pamperas, de camelos retóricos, de demagogia. El arriba firmante se cisca en la solidaridad internacional de las derechas y las izquierdas, en los discursos y en la mandanga. Aquí a la España en guerra, se asomó todo Cristo a ver qué podía mojar en la salsa, a fumarse nuestro tabaco y a quemarnos los muebles. Comprendo que fuéramos un espectáculo apasionante: sangre, vino, mujeres guapas, guerra, romanticismo, intereses estratégicos, barbarie ancestral. Pero que no me vengan con historias de hermandades solidarias. Yo he pasado veintiún años yendo a guerras que no eran mías, y sé de qué iba Hemingway. Por eso me cago en Hemingway y en la madre que lo parió - See more at: http://revista-utopia.blogspot.com.es/2011/04/la-guerra-que-todos-perdimos-arturo.html#.U6qk9X-4sq8.facebook

sábado, 17 de mayo de 2014

ROMPO MIS LANZAS POR PADURA

Cada cierto tiempo me hago la misma pregunta –ya parece paranoia, porque nadie la responde- ¿por qué no sabemos cuidar en Cuba a los escritores vivos, que están haciendo inmejorable literatura y que son apreciados por el pueblo y la crítica? Mientras Lezama vivió, fue blanco de ataques de todo tipo, al punto de hacerle la vida un infierno. Otros, azotados por el llamado quinquenio gris, corrieron igual suerte y sólo pudieron levantar cabeza ante actos de contrición, reales y metafóricos, que expresaron su adhesión a causas, ideologías, posturas. Maiakovski se suicidó ante las agresiones desmedidas, absurdas y puntuales de una burocracia que desconoció el papel del poeta entre las masas y el poder de la palabra. Acusado de inentendible por el pueblo –acusación que también tuvo que soportar Lezama- no pudo aguantar más la fuerza poderosa de los dictadores de la cultura para los que el arte debe ser trinchera de la política. Y un solo atisbo de crítica convierte al artista en aliado del enemigo. ¿Acaso la crítica y el señalamiento de los errores no es la mejor forma de superarse?

Pero en el Arte –como en la vida- hay gente honesta y arribistas marcados por una envidia visceral. Los segundos encuadran perfectamente en lo que dijo Lenin: “Rasca la piel de un extremista y debajo encontrarás a un oportunista”. Oportunistas que, signados por la mediocridad de su propia obra, sólo pueden unirse a las embestidas desmedidas de otros oportunistas –no sólo literarios- lo que crea una larga secuencia de absurdos e injusticias.


No conozco a Atilio Borón pero sí sé que es un burgués acomodado que defiende a la izquierda en todas sus acepciones. Respeto, apoyo y admiro a todo aquel que, en cualquier parte del Universo, cree en causas justas, las apoya y refrenda con su vida y actitud. Este tipo de personas merecen mi total aplauso porque viven como piensan y actúan acorde a su actitud pero me revientan –literalmente- hasta volverme un Hulk fuera de control ciertos personajes que, desde su vida acomodada, se atreven a criticar a la gente que todos los días batallan por la supervivencia. Y me molestan más si ni siquiera viven lo cotidiano que atacan. Para colmos, en su vida han incursionado en la ficción narrativa y sus argumentos en contra de un escritor se basan en obsoletos preceptos caídos en desuso. Si no escribe novelas, no vive en el país que se refleja en esa literatura, no convive con los ciudadanos de a pie, no se tiene ni peregrina idea de elementos narratológicos y temáticos de la literatura actual, ¿cómo se puede atrever alguien a esgrimir ideas políticas como pretexto para atacar a un escritor? Y ese es el Sr. Borón, graduado en una universidad del imperialismo cruel, politólogo y sociólogo, autor de varios libros de ciencia social y filosofía pero ajeno a la crítica literaria. Creo que el Sr. puede ser brillante en su campo de estudio, defender al socialismo en América Latina pero la literatura escapa a su ámbito de estudio y pretender que una novela acate los cánones de la sociología o la política es convertir a la ficción en un panfleto… y eso no es literatura. Regresar al Realismo Socialista –que pudo ser eficaz en su época- es ignorar el avance de los caminos temáticos y formales de la literatura actual. ¿Acaso no debe ser la literatura reflejo de la realidad y el contexto? ¿no fue lo que hicieron Stendhal, Zola, Balzac, Dostoyevski y otros tantos autores del realismo y el naturalismo? Zapatero, a tus zapatos porque la bilis envidiosa no tocará jamás a los buenos.


Todo esto es por el ataque insidioso, vulgar, absurdo a Leonardo Padura y su literatura. Por negarle el derecho a conceder entrevistas y censurarlo. Por pretender que no cuente la realidad de las calles de La Habana, su otra cara, su profundo olor humano. No hay país perfecto y también es tarea del escritor –como lo hicieron los grandes del XIX- hablar de eso. Lo contrario se llama censura. Y si la posición de Atilio es inadmisible porque ni siquiera vive en Cuba –y seguro que no conoce los barrios que Padura radiografía en sus obras- peor es la de los colegas cubanos que sí conocen esa realidad y por intereses y mediocridades repiten como cotorras amaestradas lo que el argentino vomita.
En la técnica, la literatura de Padura es muy novedosa -sobre todo en el género negro. En el aspecto temático, Padura refleja lo que vive y padece en una realidad que es su sangre diaria. Se le pueden reprochar, quizás, muchos aspectos desde una crítica literaria fundamentada; se le pueden señalar múltiples hechos al hombre pero Padura vive, sufre, piensa, siente, una Cuba que le destroza las entrañas. Atacarlo desde una comodidad burguesa sin utilizar ni un solo elemento literario es de cobardes; minimizarlo por envidias y mediocridades es de oportunistas; no admitir que es el mejor escritor cubano de estos tiempos es repetir el mismo error de antaño e intentar censurarlo es obra de extremismos fuera de época.

Los que me conocen saben que soy lezamiana, escritora policial y que intento ser justa en mis valoraciones literarias porque jamás confundo el me gusta intimista con los valores de una obra. Y tampoco junto al hombre con su literatura. Puedo o no compartir ciertas ideas con Padura pero lo admiro porque, a pesar de todo, escribe desde Cuba, con el pulso vital de una sociedad que no es perfecta. Por eso, rompo mis lanzas por Padura.

sábado, 1 de marzo de 2014

PARA LOS QUE NO HAN VISTO CONDUCTA

CONDUCTA
 
Les dejo el link de la película cubana que tiene abarrotados los cines en la Isla y ha despertado, en cada espectador, aplausos, lágrimas, vítores, reflexiones y una profunda compenetración temática con todos los cubanos.

Juzguen por uds mismos esta otra Cuba.
http://vimeo.com/87616409

viernes, 14 de febrero de 2014

PELÍCULA CUBANA CONDUCTA

                        CONDUCTA, una película oportuna y necesaria


Enrique Colina

Hace muchos años que dejé de ejercer la crítica de cine, aunque en esencia, más que discurrir sobre la cinematografía en sí misma y la valoración purista de su discurso artístico, mi intención siempre fue la de acercarme al análisis de la realidad a través del cine. Aclaro entonces que esta no es una crítica de cine.

Conducta, el más reciente filme cubano del realizador Ernesto Daranas, me convida a reflexionar sobre ese soporte ético fundamental en el que la Revolución Cubana construyó su proyecto social: la honestidad del hombre y, en consecuencia, una solidaridad humana basada en la integridad de sus principios y el respeto a su dignidad.

Nadie puede negar la deformación de valores provocada por la esclerosis de un proceso estancado en una práctica burocrática, retórica y autoritaria, paradójicamente inspirada en un ideal de justicia social, pero sorda y de espaldas a las advertencias y al reclamo de cambios de una sociedad empobrecida y sumida en la evocación de los sueños heroicos. El individuo es sujeto y objeto de esa realidad, pero al discriminar su papel protagónico y activo en su transformación lo convierte meramente en su receptor pasivo. Si Descartes proponía aquello de, "pienso, luego existo", es inevitable entonces la inversión materialista de su tesis en, "existo, luego pienso"... Y materialista es sin dudas que quien vive en la mierda se comporta como la mierda. Aunque siempre, por aquello de la negación de la negación, hasta en la misma mierda -residuo orgánico que se convierte en abono-, existen los que se rebelan contra la mierda.

De forma más refinada, artística y sensible creo que Conducta refleja esta tesis. Y así como el  cine cubano en distintas etapas de su desarrollo ha sabido detectar y diagnosticar los síntomas, las causas y consecuencias de este deterioro -no sin sufrir el acoso dogmático y represivo de los promotores del mismo, pero siempre en pie de lucha-, este filme se inserta en esta tradición del auténtico compromiso humanista revolucionario.

Conducta refleja el mundo marginal provocado por las carencias materiales de esa realidad social ignorada por los medios, donde buscarse la vida pasa por las formas ilegales y por aquellas que no deberían serlo,  pero que una legislación arbitraria y restrictiva, basada en preceptos de un socialismo equivocado, ha impregnado de prohibiciones y tabúes la existencia ciudadana coartando la iniciativa individual. Dentro de este contexto agresivo donde la frustración incuba  una violencia todavía confinada, se debate la preservación de  la espiritualidad, humanidad y futuro de los protagonistas de su historia. El niño es el objeto debatido, la metáfora de un futuro incierto sólo hipotéticamente rescatable gracias a la consecuencia y al compromiso ético de una educadora dispuesta a enfrentar el acoso de una estructura marcada por el mecanicismo burocrático, hipócrita e insensible, que la misma deformación sistémica ha engendrado en todas sus expresiones institucionales. Ese personaje censor que decide lo que es correcto políticamente  y se cuida bien de silenciar las disonancias que incomoden a sus superiores y pongan su confiabilidad en entredicho afectando sus mezquinos intereses. Conflicto de rescate en un entorno presente  de naufragios y fracasos, aquí referido al ámbito educacional  y por tanto a la proyección futura de una sociedad donde se dirime la preservación de un hombre dispuesto a decir lo que piensa, a defender sus criterios y a afrontar las consecuencias de sus actos.

Pero la película, como arte auténtico y conmovedor es la atalaya desde la que se vislumbra y constata una realidad muy difícil de cambiar, un llamado de emergencia más movilizador que todas las arengas reformistas en favor de un cambio de mentalidad, sobre todo cuando las causas de la realidad deformante permanecen intactas.  A saber, estructuras verticales y rígidas que inspeccionan  con rigor sus propias grietas oxidadas para supuestamente poner orden desde una cima de poder incuestionado y rígido, como el modelo militar en el que se inspiran.  Rigor cuartelario que se obstina si descubre que su discurso es  cuestionado o, como en el filme, si  una estampita religiosa colocada por la iniciativa de una niña aparece en el mural de la escuela, metáfora del altar de culto a una prédica retórica e inmovilista.

Conducta me hace pensar en todo esto que he escrito, al igual que debo reconocer que su producción  y exhibición pública es un buen síntoma de desahogo,  que suma participación colectiva a la reflexión sobre nuestro presente y futuro nacional con una invitación tácita a imitar, por la producción de la película en sí misma y por el personaje de la maestra de su historia, la conducta de civismo público de la que tanto estamos necesitados. Su final queda abierto como el grito de auxilio esperanzado que el futuro le hace al presente, que todavía hoy, a pesar de los pesares, defiende su esencia humanista más auténtica con los cojones de esa maestra que no se retira ni renuncia a la lucha.

No señalo nada acerca de sus valores estéticos, que ya los críticos sabrán valorar, porque están implícitos en esa autenticidad conmovedora con que sus personajes y situaciones reflejan estas ideas. El espíritu polémico, artístico y comprometido con su realidad del cine cubano sigue vivo y se mantendrá con películas como esta.

miércoles, 12 de febrero de 2014

JULIO CORTÁZAR

A 30 años de la muerte de Cortázar, las letras hispanoamericanas siguen de luto.
"Las palabras nunca alcanzan cuando lo que hay que decir desborda el alma" Cortázar
 
 
 
 

domingo, 9 de febrero de 2014

domingo, 26 de enero de 2014

NO LLORES, BEBITA


Le pido un abrazo y es mío el Universo

Manos pequeñas que acunan anhelos

Ella me lanza su risa, murmullos y aciertos

Le pido un abrazo y ya no temo

Abre el sendero por donde cruzan los sutiles deseos

Una lágrima suya destroza mis desaciertos

No llores, bebita, que tu mamá es tiempo

Devoras mis dudas y sepultas mis miedos

Dame, mi amor, tu íntimo aliento

Quiero que seas volcán, tormenta, asidero

Apartaste mi noche y me brindaste el cielo

No calles el ruego

Húndeme en tu éxtasis

Y levanta mi vuelo

No llores, bebita, tu mamá siembra tus sueños.
PITIBUCHI, ENERO DE 2014.

sábado, 4 de enero de 2014

REVISTA AEDA TRECE DISPONIBLE



Hoy pongo a la disposición de los lectores un fragmento de la editorial de la Revista Aeda. Con este número 13, dedicado a la literatura negrocriminal, cerramos nuestra primera época -que duró cuatro años- y le damos la bienvenida a la segunda época que saldrá próximamente con su número uno.

A uds, lectores asiduos, gracias.



La mayoría de las culturas occidentales relacionan el viernes 13 con un día de mala suerte. Históricamente, se habla de un viernes 13 donde los míticos caballeros templarios fueron hechos prisioneros por la Inquisición, acusados de magia negra, herejías, homosexualismo y toda una serie de  acontecimientos que los convirtieron en los mayores perseguidos en la época por sus supuestos actos en contra de la cristiandad. Es, por lo tanto, asociado con todo tipo de males y señalada como una fecha pésima –al igual que el martes 13- para realizar ciertos actos sociales.
Hoy, viernes 13 de 2013 –último viernes 13 del año- la Revista Aeda dedica su número 13 al género negropolicial, tan atacado y vilipendiado como la propia fecha que lo cobija. Sin ánimos de polémicas o deseos de despertar a las fuerzas ocultas del mal, nos cobijamos en el 13 para cerrar un ciclo y abrir puertas al otro.


 http://revistaaeda.com/