QUE EL ÁNGEL DE LA JIRIBILLA LOS ACOMPAÑE.

martes, 31 de diciembre de 2013

ADIÓS 2013

Después de unas gratificantes vacaciones en Cuba -porque visité amigos, familiares, calles, olores, lugares, recuerdos- he regresado a la corriente de todos los días.
Ha sido un 2013 extraño, confuso y alevoso pero también lleno de alegrías irremplazables en el ámbito familiar y profesional. Si la envidia y los malos deseos de gente sin rostro ni escrúpulos para la mentira intentaron aniquilarme, no lo lograron. Termino el 2013 más fuerte que nunca, con nuevos e interesantes proyectos que comenzarán en los primeros días del 2014.
Les deseo a todos un muy feliz 2014, lleno de energía positiva y ajeno a la mediocridad y la injuria.

ADELANTE, 2014.

QUE EL ÁNGEL DE LA JIRIBILLA LOS ACOMPAÑE SIEMPRE.

lunes, 2 de diciembre de 2013

GANDHI, LAS MUSAS Y LOS PREMIOS

 
La librería Gandhi lanzó la convocatoria para escribir un texto que respondiera a la pregunta ¿Por qué amo a México? El premio no era jugoso pero las Musas -tan caprichosas ellas- me susurraron palabras que puse en papel. Divertimento, me dijeron las muy bandidas. La verdad, siempre les hago caso.



¿POR QUÉ AMO A MÉXICO?
Quizás se pregunten por qué escribo del amor a México si no  nací en este país. Los restos de mis antepasados no reposan en tierras aztecas y por mis venas no corre sangre mexicana. Obviamente, no me gusta el chile y todas las comidas me pican horrible. Vivo en el D.F y me choca su tráfico, la contaminación y el estrés con que se sobrevive en esta mega ciudad. Me aterran muchas de las características de una sociedad violenta, inhumana, sangrienta; la falta de honestidad y escrúpulo de gente que menosprecia a sus semejantes y de un universo sumido en el interés y el desdén por la vida de los demás. Entonces, ¿por qué amo a México?
México es el país de mi hija, donde nació y crecerá, con un futuro que le enseño a construir lejos del odio y la intolerancia. Cuando veo su sonrisa amplia, inocente, plena de promesas  seguras, comprendo –más allá de un posible raciocinio- que este país es único porque sus niños lo hacen diferente. Y en ella descansa no sólo el porvenir sino la presencia real de un México al que no se puede dejar de querer.
Paseo por territorios hermosos, repletos de historias e Historia, donde conviven las tradiciones, el folklor y la milenaria presencia de un pasado que nos recuerda, paso a paso, que la grandeza se escribe a diario entre restos arqueológicos y salones de clases. No puedo dejar de sentir profundo respeto por una identidad que se construye buscando en el pasado y  proyectando al Universo un canto de triunfos palpables. No puedo dejar de amar a México por sus memorias escritas y orales, las que mantienen vivo el legado de toda una nación.
Contemplo una hermosa puesta de sol en Puerto Escondido y mi corazón se abre a todos los cantos poéticos que ha generado en la mente de los autores mexicanos la grandeza del paisaje. Paseo por el Zócalo de la ciudad y me imagino a Martí a mi lado, camino a la casa que, generosamente, le brindó su gran amigo Mercado. Porque la generosidad es una muestra excepcional de este pueblo, cálido en las buenas y en las malas, amigo incondicional de los necesitados. Y, entonces, comprendo que no puedo dejar de amar a México porque cuando las puertas se cerraron en mi país de origen y la oscuridad se apropió de mi vida, fue México y su gente quienes me ofrecieron refugio, abrigo, hermandad y posibilidad de crecimiento. Porque su gente me sonríe y me tiende la calidez innata de sus existencias. Y en cada pueblo, región, mar, montaña, siento la inmensidad de sentimientos que cobijan los corazones mexicanos. Porque el himno ha dejado de ser palabras huecas para mí.
Se ama lo bueno y lo malo. Se quiere más allá de la lógica. Se llora con las desgracias del vecino y se brinda parte de lo que uno tiene en la adversidad. Se canta cuando es necesario y se grita Viva México entre el tequila y el mole. Son presencias intangibles difíciles de explicar y que sólo se entienden cuando uno vive inmerso en un país excepcional.
Porque mi cuerpo será polvo de esta tierra y mi palabra recuerdo para todos.
Entonces, ¿cómo no amar a México?

sábado, 16 de noviembre de 2013

¿DÓNDE ESTA LA HEREJÍA? PRIMERA PARTE



herejes-leonardo padura-9788483834916Con mucha desilusión he terminado la novela Herejes, de Leonardo Padura. Y con profunda pena leo las opiniones de los lectores –sin ningún basamento sólido- de “estupenda”, “maravillosa”, “genial”… pues, no, esta novela no acepta, admite, ninguno de estos apelativos. Pero yo sí voy a explicar por qué: nada del banal e infantil “me gustó”. En crítica, el “me gustó” forma parte de la llamada crítica impresionista donde sólo entran en juego las sensaciones, proyecciones, impactos a nivel emocional que una obra puede ejercer sobre su público. Me puede gustar una obra porque despierta en mi subconsciente ciertas relaciones asociativas con mi vida. O, quizás, porque me identifico ideológicamente con el autor. Porque me gusta la manera en que despotrica de las religiones… etc, etc. Todo esto, sin embargo, no significa que tengas los valores –entiéndanse literarios en este caso- atendibles para ser una novela “excelente” ni “formidable”. Y conste que puedo afirmar con rotundo orgullo que he leído TODAS las obras de ficción de Padura –desde Fiebre de caballos, pasando por La puerta de Alcalá y otros cuentos hasta Herejes. Y he visto, con mucha alegría, el progreso narratológico de este autor. ¿Qué sucede, entonces, con Herejes? ¿Por qué mi decepción?
Sepan que escribo estas líneas con una mezcla entre miedo y deseos de decir lo que analicé de la novela. Para nadie es un secreto que Padura tiene, dentro de Cuba, profundos detractores entre los que se encuentran los mediocres literarios de siempre, que no pueden –y saben que no podrán jamás- escribir ni cercanamente como él. Y eso los convierte en furibundos atacantes de la narrativa de Padura. Están, por supuesto, los ratones ideológicos, aquellos que medran buscando, con su olfato atrofiado, el más mínimo desliz de lo políticamente incorrecto para lanzarse sobre cualquier artista y convertir su vida en un martirio –ejemplos sobran, iluminados por el triste recuerdo de Maiakovsky. El Premio Nacional de Literatura otorgado al autor cubano no fue por unanimidad, sino por mayoría. Y basta conocer los nombres del jurado para saber, sin equivocaciones, quiénes estaban detrás de la negación. Es, por lo tanto, altamente espinoso criticar a Padura porque las hienas sólo esperan un resbalón para hincar sus fauces sobre uno más, sin importar  siquiera que los lectores cubanos devoran sus obras; que Mario Conde es el detective activo e inactivo más conocido en la Isla y que, por supuesto, Padura es popular, querido, admirado y venerado entre los amantes del género. Pero, por la propia salud del mismo –el hombre, su personaje  y la literatura- creo necesario llamar la atención de ciertos aspectos que ya se empezaron a percibir en El hombre que amaba a los perros y que alcanzan su cúspide negativa con Herejes. Vamos, pues, a desglosar los elementos que lastran esta novela.

LAS TRES HISTORIAS
Herejes narra tres historias en igual número de grandes bloques narrativos que no se entrelazan: la del niño Daniel Kaminsky –mezclada con un Mario Conde pálido, caricaturesco, repetitivo que lastra el ritmo narrativo-; la del judío Elías Ambrosius, alumno de Rembrandt –con mucho, la mejor de las tres por su concienzuda investigación histórica y la fuerza de sus personajes- y, por último, la de la emo Judy, donde al autor coloca –un tanto forzadas las conclusiones apocalípticas de una Cuba que se desmorona, una tendencia a que el narrador caiga en varias ocasiones al consabido “teque”- la visión más negra de estos dark caribeños dentro de un fragmento de una sociedad también negra en sus percepciones. Pero este negrismo –que responde al género negropolicial o negrocriminal- jamás alcanzará las proporciones estupendas, vívidas, magistrales, alucinantes, de La neblina del ayer. Es, más bien, una visión grisecita de lo que significa la rebelión pasiva, callada y contradictoria de jóvenes sin apoyo familiar y rechazados dentro de una Cuba incapaz no ya de formar al “hombre nuevo” sino ni siquiera lograr entender estas actitudes juveniles de chicos tempranamente agotados de la vida –y en la vida- pero que, sin embargo, se mueven en un contexto de alto consumismo capitalista.
Precisamente en la primera historia –la del niño Daniel Kaminsky - es donde la novela carga – y se carga- de pesados lastres, muy peligrosos desde el punto de vista narratológico porque el lector, cansado de repeticiones del club de amigos de Conde, puede abandonar una lectura que se hace larga hasta el profundo aburrimiento. Las constantes citas a pie de página que se marcan aludiendo de qué otra obra de Padura sale la idea, el fragmento, la aseveración –Máscaras, Pasado Perfecto, etc, etc- son definitivamente innecesarias y señalan un recurso mercadotécnico que quizás funcione en los círculos editoriales pero que a esta altura del siglo XXI e imbuidos en la posmodernidad sólo logran establecer preguntas o fomentar rencores innecesarios. La posmodernidad abrió las puertas para incentivar los deseos de averiguar: una novela lanza el anzuelo, el lector interesado busca más. Una obra despierta sensaciones, dudas: el lector indaga. Quizás haya algún objetivo que escapa a mi visión con esta altamente insultante forma de llamar la atención del lector, ¿es que acaso piensan que las personas que abrieron estas páginas forman parte del grupo de tarados que consumen, de manera irracional, novelitas de superación personal o escandalosos y morbosos bestseller? ¿Lectores “hembras” como los llamaba Cortázar? Por favor, no tachen nunca a un lector de Padura de tonto porque están acostumbrados a otra forma de abordar la literatura… y no es ésta. Si el lector es novel en las obras del cubano y empieza por Herejes, debe tener la suficiente lógica como para buscar pos sí mismo sin que la novela esté señalando a cuál anterior pertenece. Y si es un asiduo, sencillamente, se sentirá extrañado por tamaña tontería, ¿acaso no existe la intertextualidad? Para colmos, Padura se lanza casi 200 páginas en devaneos  sentimentales que ya repitió en textos anteriores: no aportan nada porque, sencillamente, no funcionan en la diegésis. Mucha paja en estas 200 primeras páginas y muy poco rescatable –a no ser la parte correspondiente a Daniel, su vida y el barco cargado de judíos. ¿Por qué- me pregunto- no abundó más en la ficcionalidad de la familia judía que estaba en el barco? Personajes ausentes, únicamente referidos, la construcción de su historia desde el barco hubiera sido genial, aun cuando supiéramos que es ficción: se puede crear ficción creíble, con personajes tan vivos como los históricos. ¿O acaso no laten nuestros corazones con Guillermo de Baskerville y Adso en aquella abadía perdida en la Europa entre la Edad Media y el Renacimiento? Y hago esta salvedad porque El nombre de la rosa, además de utilizar elementos como la intertextualidad, interesantes paratextos, heterología –entre tantos otros recursos- ; no obstante ser un bildungsroman diferente   es, indiscutiblemente, una novela policial donde se mezclan guiños al lector con la conjugación de novela histórica-policial ¿Entonces?
No existen en literatura cánones inamovibles pero sí creo en uno: aproximadamente, las 30 primeras páginas deben ser un gancho al lector. Leer 200 páginas donde casi todo sobra es un marcado suplicio.
Continuará

viernes, 28 de junio de 2013

A 50 AÑOS DE RAYUELA


Marcelo Del Castillo

 

A 50 años de la publicación de Rayuela, habla Edith Aron, la persona que inspiró el personaje de la Maga y viajó en el mismo barco, el Conte Biancamano, que llevó a Cortázar por primera vez a París

Joven autor. Una imagen poco vista de Cortázar, del mismo año que publicó su monumental novela. / Revista Ñ

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Edith Aron nació en el Sarre, en la frontera alemana con Francia, en 1927. De origen judío, emigró con su madre a Buenos Aires, cuando era una niña y sus padres se separaron. Pasada la Segunda Guerra Mundial, decidió volver a visitar a su padre, que se había salvado de la persecución nazi. Era 1950 y viajaba en el mismo barco, en el Conte Biancamano, que llevaría a Cortázar por primera vez a París. Nos atiende en su pequeño piso de Londres, donde vive envuelta de libros y recuerdos. Tocamos el timbre y nos abre su hija. Edith Aron está escuchando jazz y sigue el ritmo silbando. Es octogenaria pero en todo momento se arregla el pelo y se pinta los labios. Pasamos dos días hablando de París, de Cortázar y del azar. La siguiente transcripción es un resumen del encuentro.

-¿Cuándo vio por primera vez a Julio Cortázar?
-En la oficina de cambio del barco.

-¿Se fijó en él?
-Sí, era un hombre alto, delgado, joven. Oí cómo hablaba con acento argentino, pero no pronunciaba bien la erre.

-¿Después, durante el trayecto, lo volvió a ver?
-Se sentaba en la misma mesa que una chica que iba en mi camarote. Ella me invitó a incorporarme, pero preferí quedarme en mi mesa. Por respeto al camarero que nos servía, que se jubilaba tras aquel viaje. Después lo vi en el salón de tercera clase, donde tocaba el piano a cuatro manos con otro chico.

-¿Y no hablaron entonces?
-No. Yo me bajé en Cannes y el barco continuó hacia Génova.

-Más tarde, tal y como relata la novela, se encontraban por azar en las calles de París.
-Sí, recuerdo vernos por casualidad tres veces. La primera yo estaba en una librería en el Boulevard Saint-Germain. Él estaba mirando el escaparate y me acordé enseguida. Es difícil olvidar una cara si has estado más de dos semanas en el mismo barco.

-Pero esa vez tampoco intercambiaron ninguna palabra.
-No, fue la segunda vez. Yo había ido a ver al cine Jeanne d'Arc, con una conocida. Al girarme, Cortázar estaba sentado justo detrás. Allí sí que hablamos, pero poco...

-Hasta que se vieron en las inmediaciones de los Jardines de Luxemburgo.
-Exacto. También por azar. Tomamos un café cerca y nos dimos cuenta que teníamos algunos amigos argentinos en común que vivían en París. Eran Sergio Castro, un joven pintor alumno de Torres García, y la escultora Alicia Penalba.

-¿Y qué hacía allí Cortázar?
-Había trabajado de traductor y se había podido costear el viaje y, antes, de profesor de literatura en escuelas del interior de Argentina. Me contaba que allí había tenido mucho tiempo para leer. En verano se fue a la Argentina, pero al año siguiente obtuvo una beca y volvió a París. Me escribió para volver a vernos.

-¿Usted le admiraba?
-Sí, claro. Era muy inteligente. Tenía 35 años. No tenía título universitario, pero parecía que lo sabía todo... incluso llevaba unos anteojos de vidrio sin necesitar gafas, para hacerse aún más el intelectual. Luego, su mujer, Aurora Bernárdez, se los hizo quitar. De alguna manera, era mi profesor. Y él sabía muy bien que llegaría a ser conocido.

-¿Le hablaba sobre lo que escribía?
-Me dio un poema llamado "Los días entre paréntesis" que hablaba del viaje en barco. Después, más adelante, paseábamos con bicicleta. Una día fuimos al Jardín des Plantes, y descubrimos esos peces tan extraños..., los axolotl. Escribió un cuento sobre ellos. También recuerdo que fuimos hasta el Parc des Sceaux y, recostados bajo un árbol, me leyó el cuento Final de juego. Me emocioné tanto que no paraba de llorar y, al verme así, él se emocionó.

-¿Se amaban?
-Entonces no éramos conscientes. Era un amor tan puro que aún lo recuerdo. Yo tenía mucho miedo al amor verdadero, supongo que era demasiado joven (23 años)... Cortázar alquiló un piso y me invitó a vivir con él... pero no me atreví. Quería dedicarme a estudiar.

-Luego se casó con Aurora Bernárdez.
-Ella llegó de Buenos Aires. Se admiraban mutuamente. Pasaron la Navidad juntos y se decidió por ella... Luego los fui a visitar varias veces. Es una mujer encantadora. Sólo fue al perderlo cuando me di cuenta de lo que sentía en realidad por él.

-¿Algunas de las escenas de la novela ocurrieron de verdad?
-Yo tenía un poco de complejo. Todo el tiempo Cortázar y De Castro hablaban sobre cosas que yo no entendía... y, como no podía intervenir en la conversación, pues pedía una ración de papas fritas... (ríe) La historia del entierro del paraguas también es cierta. Yo era una chica inocente y simple, alta y con la cintura delgada, como en la novela, y con los ojos bonitos (eso me decían)... y sí, fumaba Gitanes... pero no llevaba los zapatos rotos, ni iba despeinada. Una vez le dije que no sabía cocinar bien...

-¿Rocamadour no existía?
-No, yo no tenía ningún hijo. Él dijo que se trataba del amor por la Maga y, cuando se acaba, el niño muere.

-¿Le habló del surrealismo?
-Él me decía que había que poner poesía en la vida de la gente. Y escribió esa frase en algunos papeles que fue colocando en las puertas de las casas... Y, cuando nos encontrábamos por casualidad, me explicaba que los surrealistas le daban mucha importancia a esos encuentros, al azar...

-¿Cómo se enteró de la publicación de Rayuela?
-Cortázar, algunos años después de nuestra relación en París, me dijo que tenía ganas de escribir un libro mágico. Me envío un ejemplar, pero la dedicatoria me molestó mucho y la arranqué... decía algo así como que yo era un fantasma que lo perseguía por la Argentina... La lectura me causó mucha impresión.

-Usted parece tener una relación de amor-odio con el libro.
-Sí, porque Cortázar me traicionó. Me causó mucho daño. Yo traducía sus cuentos al alemán y de repente me dejaron de encargar sus traducciones. Muchos años después, al editarse las cartas entre él y su editor Paco Porrúa, entendí qué había pasado. Él me vetó, dijo que no estaba preparada. Me perjudicó mucho profesionalmente. Yo no soy la Maga. He escrito dos libros, he trabajado muchos años de traductora y de profesora. Hablo español, francés, alemán e inglés... Me confundió, al final, con el personaje. Aún me duele al recordarlo. No lo entiendo...

viernes, 3 de mayo de 2013

LECTURA DE LITERATURA NEGROCRIMINAL CUBANA


LECTURA DE LITERATURA NEGROCRIMINAL CON AUTORES CUBANOS.

Los escritores cubanos Rebeca Murga, Yamilet García y Lorenzo Lunar ofrecerán una lectura de cuentos negrocriminales y  brindarán un conversatorio acerca del tema. Se podrán adquirir sus libros ese mismo día y compartir con ellos sus experiencias en el género. La cita es el miércoles 8 de mayo a las 5:00pm en la biblioteca de Casa Lamm –Álvaro Obregón 99. Colonia Roma.

sábado, 9 de marzo de 2013

SANTO SANTO, COMANDANTE



 

Se avecina el embalsamamiento de Hugo Chávez, lo cual puede interpretarse como una forma de marketing a perennidad de una marca reconocible por el público; pero si el acto de “preparación” del cuerpo de Hugo Chávez se filmara y se expusiera de manera abierta no quedaría del chavismo piedra sobre piedra

 POR: Sebastián de la Nuez
La muerte avanza con su danza de huevos y, dondequiera hace pie, siembra un nido. Eso es lo que Tomás Eloy Martínez puso en boca de Ara, el embalsamador de Evita Duarte de Perón en su novela –con entresijos y fundamentos de realidad o, al menos, de verosimilitud− más acabada y mejor escrita, Santa Evita. Cuenta Ara, o sea, Martínez, que abrió la arteria femoral del cadáver «en la entrepierna, bajo el arco de Falopio, y entró a la vez en el ombligo en busca de los limos volcánicos que amenazaban el estómago. Sin esperar a que la sangre drenara por completo, inyectó un torrente de formaldehido, mientras el bisturí se abría paso entre los intersticios de los músculos».
El formaldehido es un compuesto químico muy volátil, altamente inflamable. Antiguamente se utilizaba una disolución del 35% en agua como desinfectante. En la actualidad se usa para la conservación de muestras biológicas y cadáveres frescos, generalmente en una dilución al 5% en agua.
Se trabaja con cadáveres frescos, ojo. Si la plana mayor del Gobierno quiere conservar al presidente Hugo Chávez embalsamado, debería darse prisa. Siempre será un trabajo artesanal emparentado con la disección y la necrofilia. Alguna parte insondable de Hugo Chávez Frías comprenderá que la eternidad está llena de maldades. Las torturas a su cuerpo serán avaladas, inevitablemente, por sus seres más cercanos, los mismos que lloran su pérdida durante estos días en la Academia Militar.
Los cadáveres parecen resignarse ante cualquier crueldad, aunque Tomás Eloy Martínez coloca el cuerpoaleve de Evita Perón en trance de rebelión al ser movido tan desconsideradamente de un lado a otro.
Nunca pueden descartarse consecuencias. Puede que los cadáveres se queden callados al ser sometidos a la inclemente manipulación del embalsamamiento, pero las fuerzas misteriosas en algún punto entre el cielo y la tierra tomarán cartas en el asunto. Al menos, eso cuentan las leyendas en diferentes épocas, en distintas mitologías. El tiempo es aliado, quizás, de esas fuerzas. Las casualidades harto perversas del destino, su coartada. Recientemente se profanó la tumba del Libertador, y nunca fueron suficientemente explicados ni las razones ni los resultados de tan inoportuno jurungamiento. Cosas hechas de manera arbitraria en el más acá de algún modo son vengadas o resarcidas en el más allá, o desde el más allá.
Por ahora lo verificable −o sea, el dato duro− es que van a momificar a Hugo Chávez. Sus acólitos van a practicar una especie de taxidermia con él porque quieren convertir lo efímero en eterno. Actuarán como los comunistas en el caso de Lenin, Mao y Stalin. Ahora sí el régimen se va a parecer a la Unión Soviética. Ahora sí imitará al mismo Bolívar torciendo los designios de la naturaleza para que obedezca.

TOMADO DE:  http://runrun.es/runrunes/64967/santosanto-comandante-o-el-mercadeo-necrofilico-para-revivir-a-chavez.html

sábado, 23 de febrero de 2013

UN PAR DE ZAPATOS

Hoy les dejo un texto de Agustín Tamargo Fernandez (1925-2007). Como tantos otros, murió en el exilio y nunca pudo regresar a su patria. Miles de cubanos, enterrados en disímiles lugares. Mezclados con tierras ajenas que los cobijaron de vivos y los acunan de muertos. Miles de cubanos que quedaron esperando por sus zapatos.

A todos ellos les debemos respeto y una infinita gratitud por su amor a Cuba. A todos ellos, que murieron pensando regresar a su Isla.

Y, por supuesto, a la memoria de mi abuela.





El  día que Cuba sea libre yo no quiero más que una cosa: un par de zapatos.
Por Agustín Tamargo


El  día que Cuba sea libre yo no quiero más que una cosa: un par de zapatos. Es poco, pero no necesito más. Otros quieren que les devuelvan lo que les quitaron. Yo no. A mí no me quitaron nada, es decir, me lo quitaron todo, que era la Isla, pero si la Isla es libre, ya es mía otra vez. No aspiro a nada más.
Quiero sí, sí, un par de zapatos  para recorrerla de punta a punta. Necesito el contacto físico con ella, necesito aspirar otra vez su olor y sentir su sabor. Iré a Santiago. ¿Cómo era el color de Santiago? Iré a Trinidad. ¿Cuál era el olor de trinidad? Iré a Caibarién.¿Cómo caían los aguaceros en Caibarién? Iré a La Habana, a un cafetín de la calle Consulado, donde me reunía con amigos para hablar de política y de poesía. Atravesaré el Parque Central (¡salud maestro!), bajaré por Obispo, entraré en la Moderna Poesía a comprar un libro y llegaré hasta un bar de los muelles donde me tomé tantas cervezas con Mijares, Labrador Ruiz, Diago y Joaquín Texidor. Iré a un pueblo de Oriente donde me aguardan unas tumbas de los que no me pudieron esperar. Esquivaré tres cosas: Tropicana, Varadero y la revista Bohemia, pervertidas las tres por la tiranía. Visitaré Baracoa, donde nunca estuve, cuyo Yunque, cuyas costas, he recorrido vagamente en el mapa de las melancolías. Iré a Matanzas y a Camagüey, sin buscar a nada ni a nadie, solo para ver. Iré a Guantánamo, donde hay una cerca que no quisiera encontrarme. Iré a todas partes, solo o acompañado, conocido o desconocido, despierto o soñando. Me echaré tierra de Cuba por la cabeza, me bañaré en el río Chaparra, me comeré un caimito en Las Tunas, me tomaré un vaso de pru en Bayamo. Y hablaré solo por las calles, de día y de noche, bañado en lágrimas, mientras los muchachos callejeros gritarán: ¿De dónde salió ese loco? Loco, claro. Loco tiene que estar el que soportó 46 años fuera de su casa, con la puerta cerrada por dentro.
Por eso quiero un par de zapatos, nada más. Ella me dice: Tú, como siempre, delirando. Ni esa Cuba es Cuba, ni Oriente ya se llama Oriente, ni existe La Moderna Poesía, ni vas a encontrar sentados en un banco del Prado a Lezama y a Víctor Manuel. Y yo le digo que no, que se equivoca. Que Cuba todavía está allí. Que habrán cambiado las formas pero no la sustancia de las cosas. El pandillón verduzco habrá desfigurado en lo físico a la Isla, habrá tratado de profanar y cautivar la voluntad de los cubanos. Pero la Isla sigue indemne, a pesar de todo. ¿No está allí el Malecón? ¿Se habrán comido los fidelistas el Malecón? ¿No están allí la ceiba del Templete y el Parque de la Fraternidad? ¿Habrán talado los fidelistas la Ceiba del Templete y echado vacas en el Parque de la Fraternidad? (Con estas gentes cualquier cosa es posible). Pero no. Todo está allí, aguardando. Cambiado, mutilado, embarrado de la basura idolátrico-caudillista, pero está allí. Intacto. Esperando por quien lo mire otra vez con la mirada del amor, que es la única que hace vivir.
¿Estará igualmente intacta el alma de los cubanos? Yo también creo que sí, yo quiero creer que sí. La dictadura ha querido transformarla a ella también pero no lo ha conseguido. El cubano real se ha sumergido, se ha disfrazado, pero no ha cambiado. Si la Casa Finzi existe todavía, con su alquiler de disfraces y trajes de teatros, yo estoy seguro de que se ha hecho millonaria. Es la zafra de la mitificación. En Cuba hay hoy disfraces de todo tipo: de patria o muerte, de yankeegohome, de marxismo-leninismo, de comandante -en-jefe- ordene. Todo el mundo se lleva el suyo de día y se lo quita por la noche. Son partes de la diaria necesidad de sobrevivir. Se los ponen, me dicen, hasta algunos oficiales del ejército, encima de los uniformes. Primum disfrazare, deinde filosofare.
¿Y el léxico? El léxico también se ha camaleonizado. Mayimbe quiere decir delincuente autorizado. Integrado quiere decir oportunista. Jinetera significa prostituta. Máximo líder quiere decir Máximo bribón. ¿Y la alegría de vivir? ¿Y el comerse un mendrugo de pan amargo con la cara sonriente, virtud mundialmente reconocida siempre en los cubanos? ¿Y el desprecio a los abusadores del poder y a los traficantes de influencias? ¿Y la burla hiriente contra los pedantes? Todo, todo está allí, solo que sumergido. Háblale a un cubano solo y te dirá una cosa. Háblale a dos cubanos y ya te dicen cosas distintas. Junta tres cubanos, junta mil, cien mil cubanos, y ya se forma una pachanga. Eso ha sido así siempre y la dictadura lo sabe. La dictadura sabe que la gente la acata pero no la quiere. Que le tienen miedo pero no la respetan. Por eso no deja a los cubanos juntarse salvo estricto control policial. Si los dejan solos, se ponen enseguida de acuerdo para usar dos armas feroces: la trompetilla y el choteo. De cada concentración, salen cuadrillas irreverentes a deshogarse haciendo chistes sobre las consignas que oyeron allí. Los mismos carnavales, cuando los hay, son una fiesta de música y alegría pero también de burla. En cuanto el ron suelta las lenguas los cubanos terminan recordándole la madre al jorocón que les tiene el pie encima.
Por eso yo quiero volver a Cuba en cuanto Cuba sea libre, sin ninguna demora. En el primer barco, en el primer avión. Para sumergirme otra vez en esa energía vital y humana de nuestro pueblo cuya carencia es la que no deja al exiliado vivir, aunque lo tenga todo. Por eso yo quiero mi par de zapatos. Para recorrer la isla desde San Antonio a Maisí. Para apretarla contra mi pecho. Para apurruñarla. ¿Lo demás? Lo demás se lo dejo al que lo quiera, aquí o allá, casas, puestos, todo esa basura. Al cubano verdadero que se muere de nostalgia fuera de su tierra le basta para vivir con el regreso. Aunque allí no tenga más que un vaso de guarapo y un banco en el Parque Central.
Pero, desde luego, sin policías.

jueves, 10 de enero de 2013

LA LENTA AGONÍA DE LOS LÍDERES


Este texto fue escrito en 1980 pero por la actualidad que reviste me permito reproducirlo A la lista citda por el autor es necesario agregar hoy - por razones obvias- a Chávez y Fidel. Las historias actuales de líderes moribundos se parecen, cada día más, a la ya antológica novela El otoño del patriarca. La fantasía del realismo mágico ha abandonado las páginas de la literatura porque, en realidad, siempre habitó en nuestras calles como fórmula alucinada de los pueblos de América Latina.

Juzguen por uds. mismos el texto. Las crónicas de una muerte anunciada, prolongada y sostenida hasta que los actuantes hayan consolidado el poder -por una impuesta sucesión monárquica, violación a la constitución o cualquier extraño método que permita la perpetuación indefinida en el puesto- se ha convertido en el modelo importado que Cuba sostiene. Como lacayo sin neuronas, Maduro se presta a un peligroso juego hoy que lo precipitará al abismo mañana.


La lenta agonía de los líderes

 ESCRITO POR JUAN CRUZ

 11 MAYO 1980

 La muerte de Tito se produjo cuatro meses después de que empezara a ser esperada. Con Franco ocurrió lo mismo. En iguales circunstancias de minuciosa preparación para la muerte se desarrolló la lenta agonía de Bumedian. Los líderes, sobre todo cuando éstos tienen estatura de dictadores, de amos absolutos de los destinos de sus pueblos, se mueren de forma difícil, prolongada y lenta. Entre ellos hay similitudes que pasan por encima del contenido de sus ideologías.

 Todo el mundo se muere igual, pero para los líderes la agonía es más lenta.El periodo agónico de los que han mandado de modo omnipotente se extiende hasta que quienes contemplan la posibilidad de la muerte como un desastre nacional, desean que este desenlace se produzca cuanto antes.

 Esto no ocurre porque los que asisten en primera fila a la lenta y prolongada agonía del líder hayan perdido la fidelidad que han jurado al moribundo cuando éste se hallaba en pleno uso de sus facultades, físicas y políticas. Pasa porque se ha cerrado un cielo vital previsto -atado y bien atado- y todo ha-quedado dispuesto, mientras duraba la agonía, para que el relevo se efectúe sin Fisuras.

 La agonía prolongadísima de Franco -una prolongación a la que hasta su familia llegó a oponerse- es un paradigma no porque sea la más conocida por nosotros, los españoles, sino porque de algún modo resumió todas las restantes agonías, desde la que padeció -los líderes las padecen; los que están a su lado las alimentan creyendo que las alivian- Mao Zedong a la que sufrió Bumedian. La de Josip Broz Tito, que duró cuatro meses, con altibajos que agigantaron la figura del héroe, ha sido hasta ahora la más espectacular, porque estableció el ejemplo contemporáneo de lo que el Cid fue para la leyenda.

 En el caso de Franco, como han contado los más recientes biógrafos de su muerte, hubo una tal costumbre a su agonía que, al final, cuando ésta hizo crisis y sobrevino la muerte, la emoción de los que rodeaban al difunto era tan inerte que siguieron cuidando al que, fue enfermo como si en él estuviera todavía latiendo la vida. Vicente Pozuelo Escudero, médico del dictador, que estaba a los pies de su cama, relató las características de esa frontera final. «Se establece la seguridad de la muerte a las 5.25» (del 20 de noviembre de 1975). « … ) No hablamos. Tenemos un nudo en la garganta y cada uno gasta su emoción intentando colaborar en algo. Una vez limpio se dispuso el cadáver, cerrándole los ojos, arreglándole la cara y la boca como se hace habitualmente, pero con muchísimo cariño, por parte de las enfermeras de servicio, Juanito, Zamorano y yo».

 

 Una agonía autárquica

 

La muerte de Franco fue, a diferencia de los fallecimientos de otros colegas suyos de mando omnipotente, como la vida política del dictador español: le precedió una agonía autárquica. A Mao Zedong le fue a visitar un facultativo austriaco; a Tito le enviaron médicos norteamericanos, que prolongaron su vida hasta que ésta se acabó sin remedio, y a Bumedian le facilitaron toda una tecnología médica sin distinción de fronteras y alineamientos: la mayor parte de los médicos que le asistieron en sus cuarenta días de agonía eran militares estadounidenses traídos de las fuerzas que EE UU tiene en la República Federal de Alemania de este último país eran los scanners que se utilizaron para recorrer el proceso canceroso que dominó al recio líder argelino. A Franco lo rodeaban españoles.

 Cuando agonizaba Mao Zedong, los chinos también ocultaban celosamente la gravedad del trance, aunque hallaron una fórmula para ir advirtiendo a aquel inmenso país de que se avecinaba el, final definitivo del mítico líder Usaron la enseñanza de un viejo proverbio -«una imagen vale más que mil palabras»- para señalar la irresistible decadencia del organizador de la larga marcha. Una simple fotografía, en la que Mao aparece conversando, en mayo de 1976, con uno de los políticos que le visitaban, dio la pauta: el dirigente chino se hallaba recostado en un sillón, dando muestras, como escribía un periodista francés, «de una debilidad creciente». Tres años antes el propio Mao había sido más explícito cuando le dijo al presidente francés Georges Pompidou, al que habría de sobrevivir: «Pues bien, yo estoy completamente acabado (foutu). Me encuentro acribillado por las enfermedades».

 Los argelinos copiaron la técnica china de la imagen para preparar, en silencio, la transición que automáticamente se operó en Argelia tras la muerte de Bumedián. El líder revolucionario padecía el síndrome al que dio nombre el doctor sueco Waldestrom y tenla escasas posibilidades de prolongar su vida mucho tiempo. En este estado preagónico regresó de un último viaje médico a Moscú.

 La última imagen de Bumedian data de tres meses antes de su muerte y fue tomada nada más descender del avión que le traía de la URSS. La televisión argelina ofreció esa imagen, que muestra a un Bumedián cansado, haciendo vagos gestos con las manos -Mao se quedó, al final, con el limitado uso de su mano izquierda, hasta que ésta también murió- y señalando involuntariamente que decía adiós a sus súbditos. Nunca le permitieron después aparecer en público, aunque siguió haciendo declaraciones, enviando solidaridades y gobernando el país. Eran otros, sin embargo, los que hacían estas funciones por él: el Consejo de la Revolución y el Ejército de Argelia hacían lo posible -y lo lograron con éxito- para que aquel Cid que había logrado la liberación de su país siguiera sobre su caballo como un héroe invicto, incluso frente a un cáncer incurable.

 Mientras esto ocurría, Bumedian perdía el pelo, la voz y cualquier clase de poder. La lenta agonía a que fue sometido por la prolongación tecnológica de la vida que le quedaba no fue puntuada, al revés de lo que ocurrió en España cuando moría Franco, por chistes populares de cualquier signo: Manuel Ostos, corresponsal de EL PAIS en Argel, que vivió de cerca,aquella dramática transición, no recuerda ninguna broma que naciera de la situación que estaba sucediendo entre scanners y facultativos de las más variadas nacionalidades. Con Mao tampoco sucedió esta reacción nerviosa del pueblo ante una situación dramática,y con Tito los chistes no tuvieron, que se sepa, un contenido personal, sino que aludían a las características políticas de Yugoslavia. «¿Enviamos invitación a los rusos para que vengan al funeral?», cuentan que dice un chiste yugoslavo. «No. No hace falta, Los rusos vendrán sin que les invitemos».

 En todos los casos de prolongación, médica o natural, de estas agonías de los líderes, se produce un cuadro casi clínico de las reacciones de la gente: al principio -ocurrió en España, pasó en Argelia y acaba de suceder en Yugoslavia- se produce un estupor entre los que asisten al primer proceso público de la enfermedad del líder; durante uñas semanas, o unos meses, la gente comienza a estimar que la desaparición puede aliviarse, y, al fin, la tragedia humana a la que se ve sometido el líder agónico hace preferir su muerte antes que una artificial prolongación de su vida.

 Estos líderes, cuyas fórmulas de dictadura difieren, guardan entre una única relación: mantienen su poder hasta el final, y porque lo detentan con más seguridad que otros, son conservados cuidadosamente, hasta que la transmisión de este poder, queda garantizada. A veces, son ellos mismos los que quieren la prolongación de ese Poder -«Tráigamne el traje», le dijo Franco a una enfermera cuando sus médicos le aconsejaban que no presidiera su último Consejo de Ministros- y hacen con él lo que se les antoja.

 La muerte del líder nunca tuvo tan crispada descripción como la que la hija de Stalin, Svedana, hizo del agonizante dictador ruso: «La muerte de mi padre fue espantosa, difícil… Se asfixiaba a la vista de todos. Hubo un instante, por lo visto, ya en el último momento, en que abrió de súbito los ojos y recorrió con la mirada a cuantos nos hallábamos a su lado. Fue aquella una mirada horrible, una mirada de locura, de cólera tal vez, y de pavor ante la muerte y ante los desconocidos rostros de los médicos que se inclinaban sobre él». En la trastienda del escenario de la muerte, la tranquilidad domina, porque la sucesión está implacablemente preparada por quienes ven en la agonía del Patriarca un simple resumen de la vida de quien abandona y deja el sitio.